Un enfermero estudia los verdaderos efectos de la miel sobre las heridas
La curación de heridas es uno de los problemas más frecuentes que afrontan los enfermeros y en muchas ocasiones resulta complicado dar con un tratamiento eficaz para lograr la cicatrización. La miel se ha utilizado como medicina natural y en la cosmética desde hace miles de años. En los últimos tiempos han proliferado los artículos y escritos de distinto tipo que en foros, páginas web y redes sociales recomiendan el uso de miel para curar heridas, sobre todo cuando se trata de úlceras por presión y quemaduras que no responden a tratamientos convencionales.
La creencia de que la miel puede servir para curar heridas se basa en el hecho de que, cuando se aplica, produce una lenta liberación de peróxido de hidrógeno que ayuda a proteger los tejidos adyacentes y previene la formación de radicales libres, lo que le confiere características antiinflamatorias. Por otra parte, se cree que la miel proporciona a los tejidos dañados los nutrientes que suelen verse disminuidos por la deficiente circulación, como vitaminas, minerales y aminoácidos. Además, se le atribuyen propiedades bactericidas.
Pero, ¿es realmente eficaz la miel para curar heridas? ¿Qué efectos adversos puede tener su uso? Un enfermero cordobés ha publicado en la revista Metas de Enfermería un caso clínico que apunta a que la miel, si bien puede tener algunas propiedades cicatrizantes, no es la panacea en lo que a curación de heridas se refiere.
Primeros efectos esperanzadores
Juan José Ruiz, enfermero en la Unidad de Gestión Clínica de Constantina, en Sevilla, decidió poner a prueba los efectos de la miel en una paciente de 80 años con una úlcera venosa en la pierna derecha de dos meses de evolución. La paciente había sido sometida a diversos tratamientos tópicos para la cicatrización, pero sin embargo su úlcera no hacía sino empeorar.
Entonces Juan José decidió llevar a cabo una intervención muy sencilla: limpiar bien la herida y aplicar, tres veces por semana, una capa fina de miel, sin colocar vendaje compresivo ni suministrar ningún tipo de fármaco. “Algunos compañeros me habían comentado que habían probado con la miel y les había dado muy buen resultado, sobre todo en úlceras por presión”, explica el enfermero.
Los resultados con la paciente fueron, en un primer momento, bastante positivos: “La miel tuvo un efecto rápido sobre la úlcera. Eliminó esfacelos y cicatrizó bastante, reduciendo notablemente la superficie de la herida”, explica Juan José. El tamaño de la úlcera había disminuido de 3,5 cm a 2,5 cm, y se habían rellenado las irregularidades del lecho.
Sin embargo, pasado algún tiempo, comenzaron los problemas: “A partir de las dos o tres semanas y con la llegada del verano, la herida empezó a exudar mucho líquido”, explica el enfermero. La pierna estaba edematosa e hinchada y la piel circundante muy macerada. “Viendo que no conseguía controlar el exudado, empecé a hacer curas diarias y a utilizar vendaje compresivo. Seguí aplicando finas capas de miel”. Pero un mes después, el caso sólo había ido a peor. Seguía habiendo mucho exudado y la herida había crecido hasta los 8x7cm.
El enfermero decidió entonces cambiar la pauta y empezar a emplear un apósito hidrocoloide de silicona y compresión tres veces por semana. Fue necesario abandonar las curas con miel, porque la gran cantidad de exudado había agrandado sustancialmente la herida, macerando la piel circundante. Finalmente, y utilizando un tratamiento tópico, se consiguió la cicatrización completa de la herida.
Conclusiones
Tras la experiencia del caso tratado y apoyándose en la bibliografía referente al tema, el enfermero concluyó que el aumento de la cicatrización y la disminución de la herida observado en el primer mes sí podía deberse a las propiedades de la miel como activador de la cicatrización. Sin embargo, la miel no sirvió para cicatrizar completamente la herida. Así pues, podría emplearse en el futuro para elaborar productos destinados a la estimulación inicial de la cicatrización en heridas crónicas, pero no pensados para su completa cicatrización. “Es decir, no se puede utilizar la miel como cura de manera generalizada”, explica Juan José.